miércoles, 18 de septiembre de 2013

Arrepentimiento

El silencio y la tranquilidad albergaban en la casa, como de costumbre. Los rayos del sol se filtraron por la ventana inundando el pasillo. Sobre el suelo de madera algo polvoriento, con vasos de plástico, botellas y latas alrededor, se hallaba un cuerpo femenino. Seguramente, habría movido la mano en sueños y había terminado posándola sobre un pequeño charco de cerveza que se había derramado de una botella cercana.
Tenía una mejilla apoyada en el suelo y los labios levemente entreabiertos. El sol continuó extendiéndose por la casa hasta ebriagarla completamente de luz 
Pasaron varias horas hasta que Miranda se dignó a abrir con lentitud los ojos, entrecerrándolos en un principio. A la vez que se iba incorporando, iba mirando, con completa naturalidad, el desastre que la rodeaba. Sonrió con pereza al pensar lo que sus padres dirían si viesen en qué se había convertido la casa que, en algún momento de sus difuntas vidas, fue suya. 
A pesar de que era mortalmente incómoda, no se percató de que llevaba, cubriéndola la mitad del rostro, una máscara que la otorgaba un toque ciertamente angelical. Tapándole la cabeza, y aplastándole el largo cabello castaño, tenía un gorro de lana, verde. Pero no le dio importancia a su extraña combinación, fruto de las embriaguez de la noche anterior . Esbozó otra leve y cansada sonrisa al recordar vagamente la fiesta que había finalizado sólo hace unas horas. Pisó algo con los pies descalzos, pero no le dio importancia. Se dirigió hacia las escaleras, y en el primer escalón, se encontró con una blusa que no era suya. Con un suspiro, se agachó, y la cogió. Iba a ser un día largo. 
Fue recogiendo objetos ajenos según iba bajando por las escaleras, las cuales no terminó por descender completamente. Aún quedaban cinco escalones por recorrer cuando atisbó un marco fotográfico debajo de un sostén, que, por cierto, tampoco era suyo.
Apartó con ansia la prenda, moviendo el pie para ello. Se quedó bloqueada por unos instantes, cuando sus pensamientos se confirmaron. Volvió a suspirar, agachándose de nuevo. Se sentó en el escalón, y alargó el brazo para coger la foto. Cerró los ojos antes de volver a abrirlos para atreverse a mirarla. En ella se apreciaba a dos jóvenes de apenas mayoría de edad fundidas en un abrazo en aquellas mismas escaleras. Ninguna lágrima emanó de los ojos de Miranda, pero sí dejó que su mirada perdida vagara más allá de la imagen. Probablemente, su mente estaría volando entre recientes recuerdos. Sin apartar los ojos de esta, la dejó a su lado. Cogió otra botella cercana, de nuevo, de cerveza. Sin importarle el estruendo, la estampó contra el escalón, haciéndola añicos. Terminó por escoger el más grande. Y, finalmente, hizo lo que tenía que hacer. 
Al parecer, las fiestas no habían logrado hacerla olvidar la imagen del cuerpo inerte de la rubia al pie de las escaleras, con un charco escarlata bajo su cabeza. Se olvidó completamente de la fiesta. Y aquel odio que había sentido anteriormente; aquel odio hacia ella misma, volvió a emerger, inundándola por completo. 
Volvió a coger la fotografía, con sus últimas fuerzas, con las mismas manos que habían matado a su hermana, para permitir que la Muerte acudiese a ella en las mismas escaleras en las que habían ocurrido los sucesos más importantes de su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario