Para entonces era apenas una cría,
aunque la maldad ya la tenía.
Pero en mí la soledad ardía.
Nadie era capaz (o no querían) de ver
que podía adiestrar quimeras y leones a la vez.
De veras, ¿solo porque siempre me negaba a perder?
Ahora serán ellos los que se arrepentirán,
y su vida en lo más miserable convertiré,
hasta que piensen que el bueno es Satán.
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