domingo, 29 de diciembre de 2013

Convicción de una Diosa

Siempre preferí la poesía. Hacía siglos que había renunciado a mi corazón. A sentir, a ser feliz. 
Nunca nadie supo que estaba (y estoy) aterrada. ¿Qué podría suceder? Lo que más deseaba era volver a sentir aquella adictiva sensación. Querer, sentir amor.
Vivir.
Me limito a proferir mi angustia en versos. No permitiría jamás que alguien descubriera mi realidad. Pues yo soy malvada, ¿no? Con eso alimento mi dolor, dado que la notable falta de sentimientos sólo lo llena el miedo ajeno.
Y recito estas palabras mientras continúo arrodillada sobre la tierra seca, seca de tanto esperar. Aún busco pedazos perdidos de mi corazón, que quizá los cuervos ya emplearon hace tiempo como alimento, aunque probablemente, lo desecharían por falta de sabor.

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